El arte cumple un papel importante en la sociedad, no solo como impulso y muestra de la capacidad creativa de un grupo social, sino por su enorme potencial para reflejar cómo es la sociedad en que vivimos y para denunciar lo que hay que cambiar.
Por lo general, para ser artista se requiere, además de sensibilidad y creatividad, una fuerte preparación, capacidad de reflexión, disciplina y tenacidad para hacer y reinventar, tantas veces como sea necesario, hasta plasmar en su obra lo que quiere comunicar.
Pero para quienes no somos artistas, ¿Qué sentido tiene incursionar en el arte? ¿Acercarse a él a sabiendas de que no lo ejerceremos de manera profesional?
Me atrevo a decir que tiene mucho sentido y les comparto por qué lo creo así.
La danza, el teatro, la música, el canto, la pintura, la escultura, son lenguajes que demandan un esfuerzo para desarrollar habilidades del cuerpo, de la mente, y en muchos casos, de la forma en que lidiamos o canalizamos nuestras emociones y sentimientos. El trabajo simultáneo en estas dimensiones es, a mi parecer, un campo fértil para el enriquecimiento de la persona.
Otra característica del ejercicio de estas disciplinas, y de otras como la literatura, es que requieren encontrar un balance entre creatividad y técnica. Esta búsqueda lleva a la persona a un proceso de ir y venir en su hacer, de experimentación, reflexión y vuelta a la acción que le permite ir reconociendo sus propias capacidades, descubrir nuevas formas de sí así como identificar sus limitaciones. Este proceso particularmente enriquecedor, tiene además una dimensión lúdica y gozosa que potencia la aceptación y amor a uno mismo.
Independientemente de que la persona resulte o no talentosa, la experiencia tiene otro beneficio: generar una conciencia distinta respecto a la expresión artística de los otros, que permite valorarla y apreciarla.
Con lo dicho, resulta lógico que el ITESO en su objetivo de brindar una formación integral incluya la formación artística. De hecho, desde sus orígenes en 1534 la Compañía de Jesús, a la cual está confiada nuestra universidad, encontró en la capacidad humana de crear y en la fuerza o belleza de las manifestaciones artísticas, una forma de admirar la grandeza de la creación divina, y una oportunidad para el autoconocimiento, el desarrollo de la sensibilidad y el pensamiento creativo. Actualmente esta visión no se limita a las bellas artes, sino que considera también la promoción de las manifestaciones culturales como elementos que brindan identidad y sentido de comunidad. Por esta razón, el Centro de Promoción Cultural, instancia dedicada a promover estas experiencias entre la comunidad itesiana propone el acercamiento a los lenguajes artísticos y a las manifestaciones culturales, por tres vías:
La expresión, para lo cual cuenta con proyectos en los cuales los universitarios pueden experimentar por ejemplo con el canto, la acuarela, el barro, el dibujo, el baile o la escritura.
La apreciación, con presentaciones y foros en los que los estudiantes pueden conocer el trabajo y platicar con artistas y especialistas.
La formación, con asignaturas y cursos extracurriculares en dos vertientes: los relacionados con las artes, que permiten a los estudiantes no solo experimentarlos sino también adquirir contexto y técnica sobre cada uno de ellos, y los relacionados con el patrimonio con los cuales busca que se revaloren distintos elementos de nuestra cultura y se analice desde una visión crítica la forma en que se viven actualmente.
Por lo anterior creo que experimentar a través del arte, dentro o fuera de la universidad, por sencillas que sean las experiencias, es una oportunidad que todos deberíamos darnos.
Fuente: Alejandra Ruiz Flores / blogs.iteso.mx