Desde que tuve mi primer contacto personal con Chile en el año de 2009 supe que el pueblo chileno es luchador y que siempre ha reclamado por sus derechos. Quizás una herencia de los mapuches que guerrearon por más de 500 años contra la colonización española, tal vez un reflejo de una de las más violentas dictaduras en Sudamérica liderada por Augusto Pinochet, no lo sé.
Hay muchos motivos que constituyen una nación activa políticamente y me parece que Chile posee todos estos requisitos. Cuando decidí venir a vivir en Santiago, en poco menos de dos años presencié algunos movimientos sociales en las calles. Marchas numerosas destinadas a los más distintos motivos. Sea por movimientos indígenas, recuerdos de la dictadura, exigiendo derechos fundamentales o hasta por problemas ambientales.
Como brasileño, la conciencia cívica presente en Chile siempre me sorprendió, es algo que no he vivido en mi país, caracterizado por su pasividad ante sus problemas sociales.
Con mis 18 años tuve que ingresar en una profesión. Siempre romanticé el periodismo. El cuarto poder, los detentores de la verdad y defensores del pueblo. Sin embargo, el pasar de años y la práctica en este oficio me revelaron su verdadera cara. El gran poder de manipulación sobre la sociedad les abre las puertas para la corrupción y el juego de interés. El periodismo ahora ocupa de su influencia para atender al deseo de pocos. Toda la ética y moral que me enseñaron en la Universidad no se veía presente en el cotidiano del mundo periodístico.
El Estallido Social de octubre de 2019 en Chile me sorprendió. A mis 30 años jamás había visto algo siquiera parecido. Me tocó presenciar un hecho histórico por casualidad y yo no podría dejarlo pasar sin participar. Yo no soy chileno y creo que no tengo el mismo derecho de exigir y pelear por las razones de mis hermanos chilenos, sin embargo, sentía la obligación de aportar de una forma u otra.
Como periodista salí a las calles con el fin de documentar la historia. Sin embargo, cuando llegaba a mi casa después de vivir los ocurridos en las calles, las Telenoticias me mostraban un mundo completamente distinto de lo que yo había presenciado. Otra vez más el periodismo me decepcionaba con su mirada fija en los hechos que les podrían ser útiles. La idea de unir mi mirada junto con la de los medios es, en definitivo, la manera que puedo participar más activamente de este momento.
Juntar la insatisfacción que tengo con las elecciones éticas y morales de mis colegas de profesión con este período que dejará una huella en la historia chilena es la oportunidad que encontré de juntar mis angustias juntamente con las del pueblo chileno y, de esta manera, pertenecer a este memorable momento.